Aquellos maravillosos años

Llegando fin de año y haciendo un balance más bien amplio, no cabe duda acerca de los impresionantes logros que la selección española de baloncesto ha realizado en la última década y pico. La generación de los Gasol y los Navarro, que es la mía, ha dado al basket español sus mejores años. Una generación que en primaria jugaba casi tanto al basket como al fútbol, algo inimaginable hoy en día.

La llamada “generación de plata” del basket español está en el origen de todo esto. Aquel grupo, cuyo principal logro fue la segunda posición en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984 frente a la selección anfitriona (la siempre divina selección estadounidense), eran los ídolos de miles de chavales que empezaron a jugar en los colegios, se apuntaron a clubes y se enamoraron de este deporte.

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Eran los tiempos en que Larry Bird, Magic Johnson y los Chicago Bulls de Jordan y compañía dominaban la NBA, y en Europa nadie se atrevía a toserle a la selección yugoslava. Eran los tiempos de Tkachenko, el genio soviético del CSKA Moscú. En España nos seducían la movida madrileña, la Unión Europea y las hombreras.

Aquello fue la semilla de los éxitos actuales

Eran los tiempos de La Bola de Cristal y Barrio Sésamo. Los chavales merendaban y se dividían; unos iban a darle patadas a un balón, como siempre, pero siempre  había alguno que tenía un tío chalado y le regalaba un balón de baloncesto. Y otro par de listillos ya sabían lo que eran los pasos y los dobles (lo de las faltas siempre fue complicado); y hala, a botar y a meterla en el aro.

Ahora empieza a comentarse que a la gloriosa generación que se adentra peligrosamente en la treintena empiezan a pesarles los años, aunque tengan talento para suplir cualquier bajón físico con su experiencia y buena cabeza. Además, la sangre nueva afluye a la selección con continuidad y sin traumas. Sólo se puede desear que esta generación prepare el camino para muchos futuros éxitos.

Con sus pobladas barbas y sus cortísimos pantalones, dirigidos por Díaz-Miguel y capitaneados por Juan Antonio San Epifanio “Epi” (todavía inalcanzados su 239 partidos con la selección), los Corbalán, Fernando Martín, Solozábal, Iturriaga, Romay, Andrés Jiménez y Arcega, entre otros, fueron capaces de llegar muy alto desde la nada, y de sentar las bases, con su ejemplo, de lo que ocurriría quince años después.